Desde Carampangue, localidad de la comuna de Arauco, Yalda Angélica Fuentes Bastías, nos cuenta su historia. Una de esas que no pasa indiferente, que cala, que emociona. Es un relato que demuestra una fuerza que parece casi inhumana, que no se ve ni lee todos los días. Tiene 51 años y es madre de seis hijos autistas, cuidadora incansable y presidenta de la Agrupación T.E.A Arauco. Yalda se enfrenta cada día a desafíos que pondrían a prueba a cualquier persona. Pero detrás de esta fortaleza aparente, se encuentra una mujer de carne y hueso, que ríe, llora y se cansa, una mujer que necesita dormir, comer y ser comprendida.
Desde muy joven, Yalda ha estado inmersa en una lucha constante. “La Yalda tiene cuatro poderosas razones que deben terminar sus estudios y un sinfín de cosas que enfrentar cada día,” dice con determinación, hablando de sí misma en tercera persona. Tal vez, referirse a sí misma de esta manera es una forma de tomar distancia, de separar su identidad individual de los roles y responsabilidades que la vida le ha impuesto. Es una manera de recordar que, detrás de la madre, la cuidadora y la líder, hay una persona que también necesita atención y cuidado.
Sus metas y sueños son tan sencillos como profundos. “Meta: tener un título profesional. Sueño: divorciarme y tener mis propias cosas,” comparte, revelando un anhelo de independencia que ha sido pospuesto por las necesidades de su familia. A pesar de todo, Yalda se siente orgullosa de sus valores, esos que la han mantenido en pie frente a las adversidades.
Las barreras en su vida han sido muchas, pero ninguna ha podido detenerla. “Todo lo que vivió uno de mis hijos me llevó a estar donde estoy,” reflexiona. El abandono del padre de sus hijos en plena pandemia, la lucha contra el COVID en casa, las intensas descompensaciones de su hija y la epilepsia, todo ello sumado a los intentos de su ex pareja por destruir su nombre, solo lograron fortalecerla. “Hasta deseaba que dejara de ser presidenta, pero salí reelegida,” dice con orgullo, refiriéndose a su rol en la Agrupación T.E.A Arauco.
Para Yalda, la familia es esencial, seguida solo por su fe en Dios. “El significado que tiene mi familia para mí es amor,” afirma. Pero también reconoce el valor de su labor como cuidadora, una labor que no siempre es reconocida ni remunerada. “La desvalorización de cuidar es el mayor desafío que enfrentan las mujeres en Chile. Nos dicen que cuidar no es trabajar, pero eso no es cierto,” explica con dolor. Recuerda cómo su ex pareja solía menospreciar su trabajo por no traer dinero a casa, una herida que aún no ha sanado.
A pesar de todo, Yalda se define a sí misma como una mujer valiosa, alegre, espontánea y original. “No tengo pasatiempos, pero aprovecho las instancias con mis hijos en todas sus actividades,” dice, mostrando cómo incluso en sus momentos de descanso, su familia sigue siendo su prioridad.
Los momentos de duda y falta de confianza han sido numerosos. “Cuando comencé, lloraba en cada mesa de trabajo por el dolor vivido por uno de mis pequeños hijos,” recuerda. Pero con el tiempo y la ayuda de su fe, ha aprendido a enfrentar sus emociones y a no dejarse vencer por ellas.
La situación económica de Yalda no es fácil. «Vivo de lo que me dan otras personas a mí,» comparte, con la humildad de quien ha dado y ahora recibe. Alguna vez trabajó en una constructora, y siempre ayudaba económicamente a otros. Ahora, esos mismos amigos y compañeros de curso e iglesia le devuelven el favor, ayudándola en momentos de necesidad. Sus hijos dependen del apoyo económico que les envía su padre diariamente. «Lo que me llega siempre a mí va para mis hijos,» dice. Por eso, sueña con estudiar TENS (Técnico en Enfermería de Nivel Superior) para poder apoyar más en la salud de sus hijos y seguir siendo un pilar en su bienestar.
Yalda desea algo muy simple para personas en su condición, un entorno sin filas eternas para las cuidadoras, donde tengan el tiempo y la energía para todas sus tareas. “Quiero ver más amor, empatía y menos egoísmo,” afirma, soñando con un mundo mejor para ella y sus hijos.
Su consejo para otras mujeres es simple pero profundo: “Escuchen a sus pares y al entorno. Desde esa base se logran los objetivos.” Y es precisamente esa escucha y comprensión la que ha llevado a Yalda a conseguir logros significativos, como la Ley de Autismo y los avances logrados en cada mesa de trabajo.
Finalmente, Yalda quiere que todos comprendan una cosa: “No soy una guerrera, no soy una supermamá, no soy una supermujer. Soy una mujer de carne y hueso, que se cansa, ríe, llora y necesita comprensión.” Su historia es un testimonio de la lucha diaria y del amor incondicional, una vida de sacrificio y esperanza, que inspira a todos los que tienen el privilegio de conocerla.
Nos llena de alegría poder recibir estas historias de una mujer como tú, no dudes en enviar la tuya y celebrar a Yalda por su entrega diaria. Te invitamos…